Homenaje a Luca Prodan.


“La rubia tarada, bronceada, aburrida,
me dice "Por qué te pelaste?"
Y yo "Por el asco que dá tu sociedad.
Por el pelo de hoy ¿cuánto gastaste?" – Sumo.

Dedicado especialmente a mi querido amigo Pablo Keyiaian.

I.

Ha llegado el verano, la verdad que tu año ha sido duro, has salvado todos tus exámenes, has cumplido en el trabajo, y te debes unas más que merecidas vacaciones.

Partes pues, con tu mochila al hombro y con tu barrra, a Punta del Este, porque te han dicho que allí están las chicas más bonitas de la región.

Tú eres un chico inteligente y bien parecido, sencillo, y simpático, por lo cual no debería ser complicado para ti encontrar esa compañera de tardes de playa.

Sea pues, que vas caminando por Gorlero, con tus amigos, cuando de repente se te acerca un ángel vestido de mujer. Quedas obnubilado, sus medidas son perfectas, cabello largo y rubio hasta la cintura, ojos celestes, minifalda de jean, que revelan unas torneadas y trabajadas piernas.

“¡Oh, Diosa Coronada!”- te dices, cuando para tu sorpresa, la rubia te pide un cigarrillo. Tú le ofreces uno, y se lo enciendes.

-“¡Gracias bombón!”- te dice, guiñándote un ojo.

Pero eso no es todo. A continuación te comenta, como al descuido, que esa noche irá con sus amigas a “La Rubia Morocha”, boliche re-fashion, donde concurre toda la farándula argentina.

Tu sorpresa, es mayúscula. Pero aún hay más:

-“Tomá esta entrada, porque es para “vips”, yo te invito. Buscame cuando llegues. Me llamo Xenia”.

-“Un placer, Xenia”.

¡No sales de tu asombro! ¡Toda esa belleza para ti solito, y no te costó ningún esfuerzo!

II.

Te presentas a la hora señalada en la entrada de “La Rubia Morocha”. Un mastodonte de dos metros te detiene en la puerta:

-“Esta es una fiesta privada”.- Entonces, sacas tu cartón. El mastodonte enrojece:

-“¡Disculpe Señor! ¡Pase Ud.! ¡Bienvenido!”

Entras pues. El sonido es estridente, el aire está totalmente viciado, no cabe un solo alfiler. Te hallas en la complicada búsqueda de Xenia, cuando, antes de lo esperado una voz susurra a tus espaldas:

-“¡Viniste!” – Te dice mirándote con ojos bobos.

¡Es tu noche de suerte! ¡Ese camionazo ha reparado en ti! ¡Te resulta increíble!

- “¡Vení, bombón, vamos a bailar! Te presento a Gusy, el relacionista público de la casa.”.

-“¡Encantado, Gusy!, respondes cortésmente.

-“¡Ay, zí, encantado, picarona, mirá lo que me trajiste!”- haciéndote ojitos, con varios anillos con rubíes en ambas manos.

Quedas petrificado.

-“¡Gusy, portate bien, que él es para mí!” – le dice Xenia.

(¡Menos mal! Ya creías que tu noche terminaría en tragedia).

Xenia y tú comienzan a bailar. Bailas diez, veinte, treinta, estás agotado, mi amigo, pero Xenia parece estar como nueva. Cada veinte segundos tiene un tic que la hace sacudir su larga melena hacia la derecha.

“No importa”- te dices, ella lo vale todo.

Después del cincuentavo tema, invitas a Xenia a tomar un trago. Ella, asiente. (“¡Menos mal!”)

Ambos se dirigen hacia la barra, y ella pide un “Ananá-fiz” y tú un “Destornillador”.

- “¿Qué hacés? “ – le dices con el propósito de entablar algún tipo de diálogo con la Diosa Coronada.

-“¡Tomo el ananá fiz!”- responde Xenia.

-“No, Xenia, yo te pregunto a qué hacés, ¿estudiás? ¿trabajás?”

Xenia pone una cara de espanto y de pavor.

-“¿Trabajar, yo?”- exclama. – “¿Me ves cara de sirvienta?”.

-“Entonces, estudiás.”

-“No, papá es un tierno, cuando repetí primero, segundo y tercero de liceo, se dio cuenta que el estudio no era para mí. Y para que no me ponga triste, me regaló un Audi convertible”.

-“¿Y qué hacés?”

-“¿Cómo que hago? Estoy conversando contigo.”

-“No, Xenia, me refiero a qué actividades hacés en el día”. (“¿Es o se hace?”, te preguntas, incrédulo)

-“Ay, ¡estoy a mil! A la mañana le pido a Nélida que me suba el desayuno a la cama, y me tengo que apurar pila para llegar a la clase de aerobic de las 11.

-“Ahá.”- respondes.

-“Después vuelvo muerta, ¡imaginate!, dos horas de fierros, pero vos sabés que el cuerpo es lo más importante. ¡Si fuera gorda me suicido!”.

-“Ahá.”- respondes nuevamente.

-“¿Pero creés que eso es todo? Obvio, duermo la siesta, y le pido a Nélida que me despierte a las cuatro de la tarde, porque sino, ya no me da el tiempo para ir a la pelu de Chiche.-

-“¿Chiche?”- preguntas incrédulo.

-“¡No conocés a Chiche! Acá en Punta peina a Julieta Prandi, Nicole Neuman, Liz Solari. ¡No sabés nada! – repone enojada.

-“Te decía, voy a lo de Chiche, y entre que me hago las manos, y el brushing, ya se hizo de noche!”.

-“Ahá.”- respondes.

Xenia le pide al barman sucesivamente, tres cocktails más, en el transcurso de la conversación.

Luego de una trascendental oratoria por parte de Xenia, decides invitarla a un lugar más íntimo. Al menos tendrás una noche de sexo pleno, te consuelas.

Xenia se para, y tú te dispones a seguirla, cuando el barman te dice:

-“Su cuenta, Señor”.- Tus ojos no dan crédito a las cifra. El detalle de la boleta dice 100 dólares. Quedas atónito. El barman, con un gesto compasivo, te dice:

-“Señor, puede pagar en pesos”. Xenia te mira con cara de fastidio, porque estás demorando demasiado. Te resignas. Sacas el dinero que tenías pensado para unos cuántos días, y lo depositas, billete sobre billete.

-“¡Gracias Señor! ¡Que la pasen bien!”.

III.

Xenia te invita a subir en su Audi. Arranca el motor, se dirigen a la costanera, y pone el velocímetro en 150 km/Hora. Estás mudo de espanto, piensas que será tu última noche de vida, le rezas a Dios y a todos los Angeles y Demonios, pero, afortunadamente, frena de golpe frente a una casa, después de haber cruzado el puente ondulante de la Barra de Maldonado.

-“¡Papá y mamá salieron!”- dice Xenia.

(“¡Menos mal, por lo menos un buen p.”) , te consuelas.

Xenia te invita a subir a su habitación, y te indica que tomes asiento en sillón de ratán y te dice:

-“¡Ya vengo!”.

Por momentos te olvidas de la oratoria de la descerebrada Xenia, para comenzar a imaginar todo lo que le harás, cuando ella salga del baño.

Sientes el ruido de la ducha.

Aguardas.

Pasa una hora.

Sientes que la ducha se cierra.

Pasa otra hora.

Pero por una noche de buen sexo, la espera lo vale; te consuelas.

De repente, se abre la puerta del baño.

Xenia tiene puesto un piyama de franela de pantalón y camiseta, con el dibujo de Bob Esponja.

-“¡Perdoná la demora! ¡Es que me tuve que poner tres veces shampú y tres veces crema de enjuague porque Chiche me puso mucho spry.”- explica seriamente.

Entonces, abre su cama, con las sábanas de Bob Esponja.

-“¿Sabés que Bob Esponja es mi ídolo? ¿No es divino?” – exclama.

Tú te acercas, e intentas comenzar a levantar la sábana.

-“¡Pará! ¡Que hacés!”- responde horrorizada Xenia.

-“¿No me invitaste a tu cuarto?”- respondes, con un dejo de vehemencia.

-¡Sí, te invité!- A continuación Xenia estalla en sollozos.

-Calmate- le dices. ¿Qué pasa?

-¡No entendiste nada! ¡Yo te invité para que me cantaras el arrorró mientras me duermo! ¡Pero sos un maldito degenerado!.

Anna Donner © 2009

El genio de la lámpara maravillosa.


Mi querida amiga:

I.

Ha pasado una semana, y allí te encuentras tú. Te preguntas cómo lo que debería resultar bastante sencillo (conseguir el compañero de aventuras estivales), siendo tú una chica mona e inteligente, se te está complicando tanto. Ya estás resignada (a medias) a pasar el estío a solas contigo hasta que llegue la época de las vacas gordas, cuando el Destino te sorprende una vez más.

Esta vez, no llevas puesto tu vestido verde manzana, puesto que no es sábado, sino un día semanal cualesquiera. Llevas tu cabello sin brushing, con tus bonitos rulos y un look casual y despojado, jeans, y chatitas. Claro está, vas cargada con cuatro paquetes en cada mano, estás saliendo de hacer las compras. Tú caminas presurosa, deseando llegar a tu destino lo más rápido posible, porque se te están acalambrando los dedos, cuando de atrás alguien corea:

-“Quien fuera baldosa, para ver tu…..”.

Prosigues la marcha acelerando el paso, creyendo que así lo dejarás atrás, y él se resignará a regalar sus magistrales piropos a otra desventurada mujer.

Pero pasan una décima de nanosegundos y otra vez Esa Voz:

-“Quien fuera baldosa, para ver tu…..”.

(“¡Ay! ¡Qué hice yo para merecer esto!”- te preguntas). Pero, no vas a soportar las restantes siete cuadras con semejante recitador tras tu espalda, así que decides girar tu cabeza, esperando divisar un panorama desolador.

Pero, oh, sorpresa. ¡Que no está tan mal el fulano! Aunque su chomba es un poco bambollera, de colores verde, amarillo y azul, rayada en sentido horizontal, pero te dices que a esta altura la elegancia y el buen vestir no van a ser los factores determinantes, a la hora de la evaluación.

-“¿Me permitís llevar tus bolsas?”- te dice, sorprendiéndote gratamente el individuo en cuestión, puesto que… ¡es un caballero! Tan sólo tal hecho, te subyuga por completo. No amiga, no esperabas encontrar un caballero andante a plena luz del día.

Tú, asientes. Caminan en silencio, y cuando llegan a la puerta de tu edificio, tú le manifiestas tu agradecimiento.

-“No podría haber hecho menos”- responde el caballero. A continuación, como si tuviera la armadura puesta para salir al campo de batalla se lanza de modo intempestivo:

-“Mirá flaca, me gustás. ¿Puedo invitarte para el sábado?”- tú quedas atónita, pero… como ya veníamos viendo, perdido por perdido, asientes.

-“Fá, flaca, no me presenté. ¡Soy Andrés, el que viene todos los días del mes!”.

(“¡No! ¡Otro genio devenido en imbécil! ¡Qué hice yo para merecer esto!”) te dices.

Ante tu cara de pavor, el caballero se jacta:

- “¡Yo soy muy popular por mis chistes, ya vas a ver! Mirá, las reuniones sin mis chisten no existen, lo digo de verdad, flaca, no digas nada, ¿tengo “feeling”? ¿Te quedaste sin habla? ¿ Viste qué genial ….”- dice utilizando el tono más abombado de la faz del planeta- “¡A todos les digo que soy Andrés el que viene todos los días del mes y me aplauden! ¡Ah… tu cara me dice que te encantó la frase!”



II.

Ha llegado el sábado, y (como ya dijimos anteriormente), perdido por perdido, vas a salir con Andrés. Igual, luego de la tragedia vivida la semana anterior junto al Pequeño Burgués Ilustrado, te dices que ya no podrá sucederte nada peor. Así que te entusiasmas un poco, y te mentalizas que la pasarás bien.

Ya por cábala, te vuelves a poner el vestido verde manzana, y el portaligas, repitiéndote a cada instante: “¡La tercera es la vencida!”

Estás retocando tu maquillaje cuando crees oír el sonido de una trompeta. No le das importancia al hecho, pero a los dos minutos, oyes nuevamente.

¿Será que a tu vecino se le ha dado por estudiar trompeta? Bueno, mientras ensaye temprano, todo ok.

Así, prosigues lo que estabas haciendo, cuando los acordes de la trompeta, suenan, estridentes, y parece que vienen de la calle. El ruido es atronador. No puedes con tu curiosidad, y te asomas a la ventana.

Por momentos, crees que estás presa de una alucinación.

¡No! ¡No puede ser cierto! Pero, (por desgracia), lo es.

(“¡Qué hice yo para merecer esto!”), te reiteras, por enésima vez.

Pues ahí abajo, en la vereda, en primer plano, vestido con una camisa de seda anaranjada fluorescente, y una corbata satinada azul Francia, un pantalón Oxford, y un chaleco negro, pues sí, tu galán, Andrés, que te está dando una serenata con un grupo de Mariachis. Lo peor, es que grita tu nombre, por lo que todos tus vecinos, sin faltar uno, aguardan expectantes en sus terrazas.

Pues, ahí está él, y no tienes más remedio que bajar.

III.

“¡Soy Andrés, el que viene todos los días del mes!”- corean los Mariachis.

Te acercas y Andrés da la señal a sus muchachos que interrumpan la serenata.

“-¡Que talco, flaca! ¡Já, te pesqué! ¡No te esperabas esta sorpresa!-“

(“La verdad que no, imbécil”)

-“¿No te dijo papito que era el centro de todas las fiestas?”.

Todo tu mundo empieza a dar vueltas, y de repente no recuerdas más nada. Te has desmayado.

Cuando abres los ojos, ahí está él, Andrés. Te contempla con una sonrisa de felicidad, y te susurra:

-“¡Flaca, te impresioné tanto que te desmayaste! ¡Cómo te llegué, qué la parió!”

Y tú, que no tienes fuerzas ni para decir ¡No!...

Te incorporas. Por suerte, los Mariachis ya se han ido. Tus vecinos siguen curiosos, contemplando el espectáculo. Entonces Andrés, te dice:

“-¿Nos vamos?”.

(“Y bueno, perdido por perdido”) te resignas una vez más.

Pero, evidentemente, la noche está llena de sorpresas. Andrés te pide que camines media cuadra, aduciendo que no había encontrado lugar para estacionar su coche en la cuadra de tu edificio.

(“Por lo menos tiene auto”)- te dices pensando en el bochornoso espectáculo de subir con él a un taxi u ómnibus con esa vestimenta.

Pero tu alegría iba a durar poco. Cuando dan vuelta la esquina, se destaca una mancha rosa fluorescente con las ruedas amarillas. Le rezas a Dios y todas las virgencitas que no se trate de ese automóvil, pero tus ruegos son vanos.

-“¡Te presento a “Spider”! ¡Te quedaste muda flaca! ¿Viste qué reliquia tiene el pibe? ¡A todas les encanta! “- dice Andrés, abriéndote la puerta, cierto, te había impresionado porque se trataba de un caballero, recuerdas repentinamente.

Andrés enciende el motor de su adorado coche, y arranca. Por supuesto, todos tus vecinos se enteran porque tiene el escape abierto, y además, hizo sonar los neumáticos.

Ya ni te da la cabeza para intentar adivinar hacia donde se dirigirá, pero ya estás preparada para todo.

(¡Hm! ¡Eso creías!)

Que no sea lo que estás pensando, le ruegas al Señor.

¡Demasiado tarde!

“Spider” toma la calle Goes y haciendo un ruido infernal, nomás, es lo que estás pensando. ¡Y tú que querías pasar desapercibida!

-“¡Viste flaca que papá es una caja de sorpresas!”- te dice Andrés. A continuación, detiene su “nave” ante el cuidador, quien inquiere:

-“¿Normal o Especial?” (“¿A qué se referirá?”), te dices, aunque tu capacidad de asombro está colmada, bah, eso crees.

-“¡Papá, mirá esta pintita!“ – le dice Andrés, y tú que no sabes ya dónde esconderte.

-“Puedo ofrecerle la Suite Oriental”- dice el cuidador.

-“¡Sea la Suite Oriental!”- acto seguido, el cuidador lo guía.

Y tú, que ya no tienes fuerzas ni para decir una sílaba. Así que procedes a bajarte de “Spider”.

La habitación, está decorada como el palacio de un califa, el piso, de cerámica en damero, y el detalle lo conforman dos pequeñas portátiles con forma de “La lámpara de Aladino”.

El cubre camas es de seda violeta.

-“Flaca, ¿querés tomar algo?”- (Claro, se trata de un caballero).

Tú ya sabes: perdido por perdido…

-“Sí, un destornillador”.

Con todo, cuando llegan las bebidas, tu cuerpo afloja, y de repente, piensas que quizá la noche no termine tan mal. Quizá todo el sufrimiento previo no haya sido en vano.

Ni bien terminas de tener estos pensamientos, se abre la puerta del baño, y allí está él, sí. No es una visión. ¡Es Andrés, con una minúscula tanga de seda verde!

Decides olvidar su vestimenta, al menos por un rato.

-“¿Y flaca? ¿Te gusta papito?”

Sin esperar respuesta, Andrés se te tira encima de modo bestial, y comienza a gemir… a gemir…. A gemir… Luego grita, grita más fuerte, cada vez más fuerte, por momentos crees que todo el telo los está escuchando. Hasta que pronuncia la frase reveladora:

“¡Soy el rey del sexo, me voy, me voy, me fui!”- a continuación unos jadeos interminables, que se escuchan desde la rambla.

A la cuenta de tres, todo había terminado. No te dio el tiempo para decir ni una sílaba.

-“Dale flaca, ¡vestite rápido que esto es por hora y faltan tres minutos!

(“¡Ay! ¡Qué hice yo para merecer esto!”- te preguntas)

-“¡Qué la parió, soy el macho de América! ¿Viste flaca lo que papá te regaló? ¿Te gustó la sorpresa?”-

-“¡Dale flaca!”- grita Andrés, un cierto dejo de violencia.

(“¡Ay! ¡Qué hice yo para merecer esto!”- te preguntas nuevamente)

-“¿Sabés qué, flaca de mierda? ¡Yo me pelo! ¡Tomate tu tiempo para vestirte, pero garpas vos!”

Y anonadada, ves que el tipo se sube a “Spider” y arranca a toda velocidad.

(“¡Ay! ¡Qué hice yo para merecer esto!”)- te preguntas nuevamente, ya pensando en el suicidio, ante que salir del telo a pie y sola.

Ha pasado la tercera vez, y no ha sido la vencida.

Anna Donner © 2009

Pequeño Burgués Ilustrado.


Mi estimada amiga:

Ya has leído el tópic previo, “Misión Imposible”. Pero no es el único in suceso que podría ocurrirte durante la aventura de buscar al compañero estival ideal.

Sí, mi querida, existen otras “patologías” y con la finalidad de evitarte futuras decepciones, te presentaremos otro caso anómalo, que podríamos denominarlo “inversamente proporcional”, al del artículo anterior.

Tú estás acodada con tus amigas, y de repente, aparece un individuo, quien te pregunta: “¿Cómo te llamas?”. Tú, lo observas. Es evidente que esa frase la ha practicado infinidad de veces a solas con el espejo, lo detectas por el rubor de sus mejillas, o quizá por un ceceo, o por un leve temblor. Pero digamos que te apiadas de él, y te dices:

-“¡Pobre, se merece una oportunidad!”-. Así que pacientemente, le revelas tu identidad.

No mi querida. No se trata del bombón del tópic anterior, sino de un ratón de biblioteca. Lo detectas pues lleva gafas pasadas de moda, carece de estilo y elegancia. Tampoco parece estar demasiado embebido en lo que se refiere a estrategias de seducción. Pero, te dices, la noche es larga, y quizá, existan otras “revelaciones”.

Así, se dirigen a la pista de baile, tú, contoneando tus caderas. Pero, el individuo en cuestión apenas parece registrar tus señales. Por lo contrario te invita a charlar, pero de acción, ¡Ni hablar!

Tú te consuelas pensando que quizá sea un poco tímido, y decides darle aún su oportunidad.

“Atacas” tú. Pero descubres con pavor, que el tipo cada vez está más incómodo. Ya, por simple curiosidad, le dices:

-“¿Estás bien?”- Y te resignas: Esa noche lo único que harán será conversar.

Así, el tipo te habla de los problemas del mundo, de política, y tú… no has salido precisamente para ese fin. Pero, la criatura parece no darse cuenta que te estás aburriendo como una ostra, y prosigue con su charla, que ya está pasando a ser un monólogo. Por momentos te parece que estás en una asamblea, y él es el orador. Indudablemente, se trata de un P.B.I. (¡Pequeño Burgués Ilustrado!).

¡Y tú que querías acción! ¡Qué mala suerte!

Pero no quieres dar la noche por perdida, entonces decides dar un giro copernicano a la oratoria de tu novel acompañante, porque de aquello, ¡Ni hablamos!

¡Para qué! Toda tu vida te arrepentirás de haberlo hecho.

De lo primero que te percatas, es que este ejemplar de sexo masculino, evita hablar de temas carnales. Vaya que resulta un caso de estudio… Pero te apiadas de su alma, y tratas de conversar algo más con él.

Entonces, él te revela que perdió su virginidad a los veinte, te dices: ¡NO!

¡No es posible! Todas las ilusiones se te escapan por la borda.

¡Un inexperto!

Nada más aburrido y poco erótico que un individuo de tales características.

Porque a nosotras, ¡nos gusta que nos seduzcan!

Y no estamos para ilustrar a hombres hechos y derechos en materia sexual.

De todos modos, perdido por perdido, decides tomar la iniciativa. Comienzas con un beso, pero el tipo abre poco la boca. “¡Ni besar sabe!” Te horrorizas. Pero, como bien dijimos, tu noche ya está perdida, y perdido por perdido…

Tratas de tranquilizarlo y lo invitas a tu casa, para que el pobre tipo se afloje.

Lo invitas amorosamente a tu dormitorio, y comienzas a quitarte tu vestido verde manzana. Pero, ¡Nada!

Te preguntas si no te has equivocado y es una Hermana que se escapó de un Convento. Porque cuando intentas quitarle el bóxer, se cohíbe.

“¡No!”- te dices. “¡Qué mojigato!”

Pero si creías que estas eran todas las sorpresas… ¡Error! La cosa recién comenzaba. Te resultaba increíble, pero el P.B.I. no sabía las posiciones elementales y tenía dificultades para mover su anatomía. Era como que estabas tocando un elefantito de cristal.

“¡No!”- te dices. “¡Qué hice yo para merecer esto!”

Pero una vez más acudes a tu paciencia.

Evidentemente, este señor nada sabe de estas lides.

¡No sabe!

¡No tiene puntería!

“¡No!”- te vuelves a decir. “¡Qué hice yo para merecer esto!”

Es como una morsa inmóvil. Te preguntas si intentas moverlo, o mejor lo despides inmediatamente.

El individuo parece de manteca: te da la impresión de que si lo mueves, se quiebra en cualquier momento.

Al fin, decides que ya no estás para ilustrar a hombres grandes en materias sexuales.

El te sugiere vestirse, y tú asientes.

Pero para tu sorpresa, ¡no se va! Se instala en tu living, y decide proseguir su monólogo.

“¡No!”- te vuelves a decir. “¡Qué hice yo para merecer esto!”

Pero, si creías que eso sería todo, la noche era muy joven.

De repente, tu exótico acompañante… ¡desborda un cúmulo de lágrimas!

“¡No!”- te dices. “¡Qué hice yo para merecer esto!” “¡Un hombre que llora!”

Lo peor es que el individuo entra en una crisis. Tiembla desde el lóbulo de las orejas hasta el dedo gordo de los pies. Pacientemente, le preparas un té de tilo, para que se tome los vientos lo más pronto posible.

Al cabo de tres horas, logras calmarlo.

“¡Mejor me voy!” Exclama.

(¡Al fin te diste cuenta!) – te dices.

“¿Te puedo llamar mañana?” – (¡No!). Pero te da pena, así que le dices que sí.

No hay caso, te tocan los casos más patológicos.

Pero, no desesperes, amiga.

La tercera, será la vencida.

Anna Donner © 2009

Misión Imposible.



Se viene nos fin de año, uno está cansado, y con ganas de aflojar. Por lo tanto, hoy no te hablaré ni de política, ni de filosofía, ni de religiones, dejemos esto para cuando termine la “Siesta Uruguaya”, el último domingo de la Semana de Turismo, cuando el último ciclista cruce la meta.

Tiempos estivales se avecinan, vacaciones, playa, sol, salidas…

¿No te gustaría obtener un buen compañero de aventuras (¿ por no decir pareja, novio, amante, amigovio, amigo con derecho a roce, etc?)

En fin… alguien que te arrime la ropa al cuerpo.

En la búsqueda del milagroso hallazgo se encuentran en este momento millones de almas, pero estas búsquedas desafortunadamente no siempre arrojan resultados fructíferos.

Dicen que el que busca… encuentra. Pero: ¿Encuentra, qué? ¿Algo digno de su satisfacción? ¿O algo digno de pena?

Estimada amiga, si tú te encuentras en este momento en la Misión quasi imposible de hallar tu alma gemela, en este tópic encontrarás todo lo que necesitas para que ¡tu misión sea exitosa y no fracases en el primer intento!

No te diremos qué debes hacer, sino todo lo contrario.

¡Te diremos qué no debes hacer!

A todos nos gusta ser conquistados, alabados, deseados, amados. ¿Porqué algunos lo logran y otros ni por todo el oro del mundo? En esa nefasta lista, se encuentra nuestro amigo del tópic anterior, sí, lo recuerdas: Xavier Vergara. ¿Verdad que no quieres correr tamaña suerte?

Por lo tanto, a continuación te presentamos una lista de cosas que jamás debes hacer, si quiers que la misión sea exitosa.

Eres una chica mona, te dices ese sábado, mirándote al espejo mientras te maquillas para salir “de cacería”. Irás a ese boliche tan de onda que te recomendaron con tus amigas. Te duchas, te pones un conjunto de lencería de encaje, por si acaso, algo se presenta en la noche: Color negro, bombacha, corpiño y portaligas, y luego, un vestidito strapless, color verde meloncito, y te calzas un par de sandalias plateadas con plataforma escondida. Te maquillas los labios de rojo sangre, te delineas los ojos de negro, te pones rouge en abundancia. Tienes el cabello largo, con claritos, y un flamante brushing que te hizo tu peluquero de confianza. Pues, estás lista.

Ya en el lugar en que desarrollará la acción, divisas tu objetivo. Un bombonazo, alto, rudo, con mirada seductora. Apuntas toda tu artillería. Te pones en pose, y le lanzas una mirada fulminante. Supongamos, tu objetivo, comprendió la indirecta bien directa. Se aproxima hacia ti, y comienza a bailar a tu lado. Tú le guiñas un ojo, y obviamente, te pregunta tu nombre. Tú no cabes en ti de la alegría, lo miras como para comértelo crudo y le preguntas el suyo. A continuación se desarrolla una conversación frívola, se cuentan cosas importantes como la edad, hablan del terrible humo que hay en el lugar, y así, como quien no quiere la cosa, él, luego de compartir algunos movidos y apreciar el grácil contoneo de tus caderas, te invita al exterior a tomar un poco de aire, y obviamente, tú, asientes.

La brisa se hace sentir, por lo cual tu novel amigo te propone ir hacia un lugar más calentito. Tú asientes de inmediato; lo invitas a tu casa.

Una vez en el “ring”, (él un tanto apabullado, confesemos), tú comienzas a quitarte lentamente tu vestido verde meloncito, nunca dejando de contonear tus caderas. Te levantas, pues, la falda, y arrojas una sandalia y luego la otra.

Sucede lo que tiene que suceder. El bombón aprecia tu conjunto de lencería, y te lo quita de inmediato. Tú le desabotonas su camisa, le quitas el bóxer y, pasan unas dos horas en un éxtasis brutal.

Luego de descansar unos quince minutos, el bombón comienza a vestirse.

-¿Ya te vas? ¿No quieres quedarte a dormir y desayunamos juntos?-

-Me encantaría, pero mañana te llamo, ¿tá?-

A continuación, intercambian celulares, él te da un beso breve en la mejilla, y se va.

Tú no cabes en ti de gozo, no esperas ni un segundo para comunicarte con todas tus amigas, diciéndoles que conociste al hombre de tu vida. Hablas durante tres horas con cada una de ellas.

Te duermes embriagada, no puedes dejar de pensar en que se te ha dado, proyectas todo el verano a su lado, quizá esta semana podrías ir a su casa y prepararle una cena romántica, la próxima quizá le hablarías a tus papás que tienes novio, y la siguiente quizá le sugieras de conocer a los suyos.

¡Qué futuro prometedor!

Despiertas a las 9 A.M. y chequeas tu celular. Te dices: - “Aún estás durmiendo, cosa divina…”.

Verificas a las 10, 11, 12. ¡Quizá puedan almorzar juntos! Mujer prevenida vale por dos. Te duchas, te vistes, segura de que tu teléfono sonará en cualquier momento.

La 1, las 2. ¿Y si lo llamas tú? ¿Total? Llena de entusiasmo, discas su número.

“Te comunicaste con el celular de X. En este momento no puedo atenderte, deja tu mensaje…”

Piensas con inocencia que quizá esté dormido, así que te esmeras y le dices: “Mi amor, había pensado que podríamos almorzar juntos, llámame en cuanto te despiertes. Ya te extraño”.

Las 3, las 4, las 5.

Insistes. Nuevamente el contestador. No dejas mensaje. Entonces te dices que quizá olvidó su celular y le dejas un S.M.S. “Mi amor, evidentemente tu celular y tú no están juntos, llámame, te extraño”.

Domingo.

Lunes.

Martes.

¡Nada!

¿Qué ha sucedido? ¿Por qué tienes tanta mala suerte? No comprendes, todo estaba bien.

(¿Bien?)

Volvamos a la noche del sábado.

El bombón reaparece en el boliche alrededor de la madrugada.

Sus amigos festejan:

- “¡Campeón!”

-“¡Si estaba regalada como perejil de feria!”

Anna Donner © 2009

La Cita


- ¡Crash!- Xavier reventó el teléfono contra la pared de su cuarto.

- ¿Señor Vergara? - Le habla Caty, de Polvos Express. Lamento informarle que la Srta. Angela Ramera tropezó con un vibrador, y se fracturó la pierna.

- ¿El Señor desea contratar otra chica? -

- ¿Sin cargo?-

- La promoción "Rapidito sin humo", no tiene garantía. Pero por una módica diferencia, puede pasarse a "Por adelante y atrás", y le enviamos a Gilda Memás.

- ¡No estoy dispuesto a pagar un puto peso más!- rugió furioso.

Xavier tenía menos arrastre que una ballena muerta.

Si alguna gorda desesperada le daba bola, todo terminaba tras pagar Xavier la adición del Tenedor Feliz, luego que su cita hubo pedido entrada, plato principal y postre.

En el mejor de los casos, si había eclipse de Luna, y pasaba a la próxima etapa, Xavier era abandonado, tras depositar una generosa suma en la mesita de luz:

- Papi, sos tan divino. Mañana me vence la tarjeta, y estoy en la lona. ¿Me podés tirar un cable? Te prometo que en cuanto pueda te lo devuelvo...

Xavier siempre quedaba sin un peso, y ni rastros de la susodicha.

La cosa ya era grave.

O levantaba algo en el chat, o se iba a dormir con María Muñeca.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y Xavier se conectó.

¡ Xavier, tienes dos mensajes nuevos !

De :Travieso Feliz. Asunto: Nunca es tarde.

De : Gatita Apetitosa. Asunto: ¡ Miau !

Iba a borrar el primero de ellos,pero lo pensó mejor, y podría ser un buen Plan de Emergencia. Por lo pronto, lo intentaría con Gatita Apetitosa.

"Gatita Apetitosa te ha incluído en su lista de contactos", anunció el mensaje de una ventana emergente desde las profundidades de su escritorio.

Xavier hizo click en Agregar.

"¡Cómo está ganando el pibe!", petulante, se conectó alborozado, regocijándose con la idea de un encuentro muy pasional.

-¿Estás? - dice GatiApe.
-¡Para vos, todo, mamita! - dice XVergara.
-¿Todo, ricura?- dice GatiApe.

"¡Salió fiesta! " Xavier no cabía en sí de gozo, y temblaba cuando tecleaba.

- Pará, bombón, hay condiciones - dice GatiApe.

"La mierda, tranquilo campeón."

- ¿Cuánto medís?- dice GatiApe.
- Uno setenta, peso ochenta, complexión delgada, ojos marrones - dice XVergara.
- ¡Eso no me importa!- dice GatiApe.
-¿No? - dice XVergara. (Anonadado)-
-¿Y qué tengo que medir? - dice GatiApe.
- Tu pajarito, ¿entendés, tesoro? - dice GatiApe.
- ¡Ah....! - dice XVergara.
- ¡ Pará que traigo el centímetro de mamá !- dice XVergara.
- Siete centímetros con tres milímetros - dice XVergara.
-¡Hm bombón! Pero eso no es todo.- dice GatiApe.
- ¡Papá no le hace asco a nada! - dice XVergara. (Vanagloriándose, ufano, constatando que su miembro había comenzado a endurecerse).
- ¿Qué desea mi gatita?- dice XVergara. (Aguardando impaciente la propuesta).
- Quiero que vengas vestido con corbata - dice GatiApe.
- Te veo en una hora y no te olvides de llevar una banana - dice GatiApe.
- ¿Una banana? - dice XVergara (Azorado).
- Lo que entendiste, ¡Una banana, no me hagas repetir las cosas porque pierdo la paciencia! - dice GatiApe.

"¡Qué la parió, cómo me cachondean las malas!", Xavier se imaginaba esposado a la cama, vestido de cuero rojo, y su conquista de botas negras, con látigo en mano, clavándole los tacos aguja en sus partes más sensibles.

"¡Dame palo, mami, que soy tu esclavo!" Xavier no podía con sus libidinosos propósitos, pero aguantó el pichí.

- Pará, pará. ¿Cómo sé que sos vos y dónde nos encontramos? - dice XVergara (Poniendo los pies en la tierra, con un toque de real sensatez).
- Mando foto- dice GatiApe. "Enviando archivo, aguarde un instante" ratificó un mensaje del sistema operativo.

Xavier abrió el archivo .JPG, y quedó apabullado. "¡Fá!" La rubia con cara de vicio le sonreía lasciva desde el monitor. Tenía el dedo índice en su labio superior, mientras su lengua relamía el pulgar.
¡Anna Nicole Smith, Alejandra Pradón, y Silvia Suller juntas! Xavier se esforzó y aguantó el pipí.
¡En una hora todo eso sería suyo!

- Te espero en La Covacha, voy con ropa negra - dice GatiApe.
-¡Papá sale para ahí, aprontate, mamita!- dice XVergara.
-¡No te olvides de la banana y los forros los pagás vos!- Dice Gatiape.

"¿Para qué mierda será la banana?" Se debatía Xavier.

-¡Quedate tranquila, mamita, que llevo la bananita! -dice XVergara ("¡Me salió en verso y todo, cómo estoy je je!) y acto seguido se desconectó.

Xavier procedió a emperifollarse para la ocasión.

"Lle-var-cor-ba-ta-fo-rros-y-ba-na-na", se repetía a modo de recordatorio no sea cosa que Gatita Apetitosa le negase sus encantos.

Media hora y Xavier estaba listo. Penetró en las instalaciones de farmacias "Machado", y se detuvo frente al mostrador, abochornado.

-¿Señor, en qué lo puedo ayudar? - Interrogó el simpático dependiente.

-Un ndn-

-¿Un qué?-

-Un ondn-

- El Señor me va perdonar, pero no lo entiendo - indicó el funcionario farmacéutico.

- ¡Un condón! - vociferó Xavier, irritado.

- ¿De qué talle?-

- Uy..¿Qué talles hay?-

- XS,S,M,L, y XL-

- No sé - proseguía dubitativo, Xavier.

- ¿Y de qué tamaño la tiene el señor?-

- ¡Sí! ¡Siete centímetros con tres milímetros! -

- Muy bien señor, acá tiene- el dependiente le entregó un sobrecito color negro.

"Y yo que creía que eran todos iguales, lo qué es la ciencia, qué la parió"...

Xavier arribó a La Covacha, a la hora establecida. De una mesa lo corearon con aplausos:

-¡Ver-ga-ra! ¡Ver-ga-ra! ¡Ver-ga-ra!-

Reconoció al instante, la blonda cabellera de Gatita Apetitosa, así como su minifalda negra. Se acercó, presuroso. ¡La fiesta comenzaba!

No lo dejaron ni hablar. La horda estaba enardecida, lo llevaron en andas a la pista de baile, y el stripper le cedió su lugar.

-¡Ver-ga-ra! ¡Ver-ga-ra! ¡Ver-ga-ra!- clamaba la multitud.

Lo desnudaron, vendándole los ojos con la corbata.

Gatita Apetitosa se le acercó, y lo tumbó en el piso. Le quitó la corbata, y le susurró al oído:

-Bó, ¿Y la banana? - mientras la parte delantera de su minifalda crecía vertiginosamente.

Dos horas después, Xavier había llegado a casa. No podría sentarse al menos por una semana. No importa, chatearía desde su cama.

Anna Donner © 2007
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