Esemeeses.


I.

Cloe y Soledad se sentaron en una mesa en la vereda de la plaza Matriz. El día era veraniego, pero agradable, no hacía un calor agobiante, sino más bien una brisa breve hacía renovar el aire circulante.

Soledad no estaba de muy buen ánimo, por eso Cloe la había invitado a charlar. Pidieron dos cervezas heladas.

-Cambiá esa cara, ¡por favor!- repuso Cloe. -¡No es el fin del mundo!

Soledad estaba pendiente de su celular. Pero el mensaje que anhelaba recibir estaba demorado.

-No te pongas ansiosa, porque sino es peor.

-¿Y cómo se hace eso, Cloe? Vos sí que sos una tipa con suerte.

-¿Por?

-Porque no te importa ninguno, y todos te llaman, te escriben mensajes, ¡y se enamoran!, pero a mí, que sí me importan, siento que el único interés que tienen en mí es sexual. ¿Acaso estoy maldita?

Cloe creía comprender la razón del sufrimiento de su amiga, pero no quería mortificarla, así que repuso:

-Sole, El no es el único hombre sobre la faz del planeta.

-¡Pero siempre que me ilusiono, me va mal! ¿Por qué; Cloe? ¿Qué es lo que hace que no se involucren conmigo? ¿Vos cómo hacés? ¿Cuál es la receta?

-Sole, en cuestiones del amor, no hay recetas.

II.

Soledad había conocido a Joaquín hace un tiempo. El primer día que lo vio, supo que era El Hombre de su Vida. Estaba embelesada. Todo le gustaba de él, su mirada, su voz, su personalidad. Lo veía en la heladera, en la sopa, en el cepillo de dientes. Pero ella no se sentía segura de él. Soledad no entendía:

-¿Qué sentís por mí?- le preguntaba.

-Vos me gustás Soledad.

-Gustar, ¿cómo?

-Sos una mujer deseable, atractiva, sos buena tipa.

-¿Y nosotros qué somos?- Preguntaba entonces Soledad.

Entonces, Joaquín enmudecía.

-Vos me gustás, Soledad. - repetía él.

-¿Sólo eso?

-Ya te dije que me parecés atractiva, y buena tipa.

Entonces, Soledad callaba.

III.

Cloe miraba a su amiga, y no hallaba respuestas.

-¡Es que yo estoy enamorada!

-Sole, para que eso funcione, son dos personas las que tienen que estar enamoradas, sino, estás condenada al eterno sufrimiento.

-¿Y por qué de vos sí se enamoran, Cloe?

-No sé si se enamoran, Sole.

-¡Ay, Cloe! Los hombres quedan embobados contigo, les importás, se comunican, y conmigo, ¡no!

-No es tan así, Sole.

-Fijate que si yo no soy la que toma la iniciativa en llamar a Joaquín puede pasar una semana, y no me llama.

-¡Y no lo llames!

-¿Pero cómo no lo voy a llamar si lo Amo?

-Si lo llamás, estás habilitando la posibilidad de sentirte frustrada cuando él no te responda como esperás.

IV.

-Joaquín, yo siento que no te importo.

-Claro que me importás, Soledad.

-¿Pero vos pensás en mí?

-Claro, Soledad.

-¿Y por qué no nos vemos más seguido?

-Soledad, vos sabés que el trabajo me tiene a full, aparte estoy estudiando para los exámenes.

-¿Pero entonces, porqué tenés tiempo de ir al club?

-Soledad, perdóname, pero siento que me presionás mucho.

-Pero Joaquín, si yo no te llamo, ¡vos no me llamás nunca!

-No te llamo porque sé que estás bien. Además vos me llamás.

-¿Te molesta que te llame?

-No, claro.

-¿Pero entonces, qué somos?

-¡Otra vez con lo mismo Soledad! Somos dos personas que se gustan, y disfrutan estando juntas.

-¿Nada más?

V.

Durante el lapso de tiempo que han estado sentadas en la plaza, Soledad había chequeado su celular diez veces.

-Sole, ¡dejá de estar pendiente del teléfono!

-Pero Joaquín me dijo que hoy me mandaba sms temprano porque vamos a salir y ¡son las dos de la tarde, y no me mandó nada! Le voy a mandar yo, ya no puedo más con esta ansiedad.

-¡Pará, Sole! ¡Aguantá un poco!

-No, seguramente se le complicó, estuvo de reuniones.

Acto seguido, Soledad escribió:

"Mi amor, ¿a qué hora nos vemos? Besos, Sole"

E hizo click en "Enviar".

-¡Es que no sé qué voy a ponerme, y quiero saber si vamos al cine o a bailar!

De repente, el celular de Cloe sonó en su cartera. Soledad le dijo:

-¿No te fijás quién es?

-Ahora va.

-¿Cómo podés contenterte?

-Te voy a dar el gusto, Sole.

El mensaje era de Diego.

-¿No le vas a responder?- preguntó extrañada Soledad.

-Sí, pero dentro de un rato. No es nada urgente.

A continuación, Cloe puso el celular en silencio.

-Así te quedás tranquila, y seguimos conversando sin que nos interrumpan- dijo.

-¿Cómo lo podés poner en silencio? ¿No te quema la cabeza saber si alguien te está escribiendo algo?

-Después me fijo, ¡Sole!.

Soledad abrió su cartera, y revisó su teléfono. Joaquín aún no había respondido.

-¿Lo habré enviado bien?- A continuación revisó la carpeta "Enviados" y allí figuraba su último mensaje a Joaquín.

-¿Por qué no te tranquilizás? Charlemos de otra cosa, así te distraés- propuso Cloe.

-¿Qué te "dice" Diego?

-Quiere salir esta noche, pero yo estoy muy cansada.

-¡Pero Cloe! ¡Es sábado!

-No sé, no tengo muchas ganas.

-¡Dios le da pan al que no tiene dientes! ¡Diego está re-bueno, y está muerto con vos! ¿Cómo podés no tener ganas de salir con él?

-Porque ya está todo dado.

-¿Qué? ¿Cómo todo "Dado"? ¡No te entiendo!

-Sole, vayamos al cine hoy.

-¡Pero voy a salir con Joaquín!- repuso Soledad, molesta.

-Bueno, pero si por alguna de esas casualidades no salen, yo te invito al cine, ¿tá?

VI.

Estaba anocheciendo. Soledad había chequeado su celular, y no había recibido respuesta. Incluso, y para asegurarse de que Joaquín habría oído el mensaje, se lo había reenviado un par de horas antes.

Sonó el teléfono. Era Cloe.

-¡Cloe! ¡No me llamó! ¡Me siento una estúpida!.

-Escuchá, vamos al cine.

-¡No estoy de ánimo!

-Dale, Sole, te va hacer bien, así te distraés un poco y te olvidás de ese tipo.

-¡No es "ese tipo"! ¡Es el hombre de mi vida!

VII.

Cloe al fin lo había conseguido. La película estuvo buena, y cuando salieron del "AlfaBeta" la noche estaba muy agradable. Corría una brisa que invitaba a caminar, así que Cloe no perdió el tiempo:

-¿Vamos a Don Trigo a tomar unas cervezas?

-¿Más cerveza, Cloe? ¡Acordate que esta tarde ya tomamos!

-Dale, sino, te tomás un licuado.

-Está bien.

Ambas caminaron por Barreiro en dirección a la Rambla. No había una sola nube, y una luna blanca y redonda lo iluminaba todo.

-¡Está divino! ¿Viste qué luna, Sole?

-Perdoname, Cloe, pero no me importa nada de cómo está la luna.

Siguieron caminando en silencio, había mucha gente en la calle. Justo de rebote consiguieron una mesa en la vereda, porque una pareja se estaba levantando.

-¡Sentémonos acá!-propuso Cloe.

Pidieron una picada. Soledad estaba mejor de ánimo, no obstante seguía mirando el teléfono cada diez minutos. Cloe prefirió no decirle más nada.

-Yo soy una mujer sin suerte- dijo Soledad.

-¡No digas eso, Sole! No somos moneditas de oro como para gustarle a todo el mundo.

De repente, el celular de Soledad ¡pitó! Cloe nada dijo, y Soledad abrió su cartera. Se trataba de un mensaje de texto.

-¡Es de Joaquín!

"Se complicó salí de trabajar a las nueve. Te llamo, BSs."

-¡Y yo pensando mal! ¡Pobrecito Mi amor! Debe de estar muy cansado.. - dijo Soledad.

-¿Qué hacés?- le preguntó Cloe.

-¡Le respondo! Si no, va pensar que él no me importa.

-¡Ay Soledad! ¡El ya sabe que le importás!

-¿Cómo podés ser tan fría, Cloe?

-Bueno, si eso te tranquiliza, contestale- repuso resignada Cloe.

"Mi amor: Andá a descansar, quedate tranquilo, te sigo amando, Sole. ¿Mañana me llamás?"

Soledad ahora estaba sonriente.

-Cloe, ¿qué pensás? ¿Y si me hago reflejos, creés que a Joaquín le gustarán?

-¿A vos te gustarían?

-¡Sí!.

-Entonces, hacételos.

-Pero, ¿Y si a Joaquín no le gustan?

-Bueno, Sole, ¡entonces no te los hagas! - repuso un tanto molesta Cloe.

Soledad pareció no percibir el tono de Cloe, y siguió con su monólogo.

-Mañana me voy a Montevideo Shopping y me compro las sandalias que te mostré la semana pasada, ¿te acordás, Cloe?

-Si, Sole.

-Así me las pongo para salir con Joaquín.

-¿Pero él te dijo que iban a salir mañana?- preguntó Cloe.

-¡Me puso "Te llamo"!

-Está bien, Sole.

-Y creo que además de las sandalias, me voy a comprar una solerita muy mona, que vi en Zara, ¡así me ve espectacular!

-Sole, vos sos mona y espectacular, nadie tiene que verte, ¡lo sos!- dijo Cloe.

Soledad estaba en trance. No prestaba una décima de atención a lo que Cloe le decía.

-Y creo que me voy a comprar también la cartera negra que hace juego con las sandalias.

De repente, Cloe la interrumpió.

-¡Sole! ¿Ese que va caminando no es Joaquín?

Soledad miró hacia la acera de enfrente.

Joaquín iba abrazado a una morocha de pelo largo.

Anna Donner © 2010

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