Homenaje a Luca Prodan.


“La rubia tarada, bronceada, aburrida,
me dice "Por qué te pelaste?"
Y yo "Por el asco que dá tu sociedad.
Por el pelo de hoy ¿cuánto gastaste?" – Sumo.

Dedicado especialmente a mi querido amigo Pablo Keyiaian.

I.

Ha llegado el verano, la verdad que tu año ha sido duro, has salvado todos tus exámenes, has cumplido en el trabajo, y te debes unas más que merecidas vacaciones.

Partes pues, con tu mochila al hombro y con tu barrra, a Punta del Este, porque te han dicho que allí están las chicas más bonitas de la región.

Tú eres un chico inteligente y bien parecido, sencillo, y simpático, por lo cual no debería ser complicado para ti encontrar esa compañera de tardes de playa.

Sea pues, que vas caminando por Gorlero, con tus amigos, cuando de repente se te acerca un ángel vestido de mujer. Quedas obnubilado, sus medidas son perfectas, cabello largo y rubio hasta la cintura, ojos celestes, minifalda de jean, que revelan unas torneadas y trabajadas piernas.

“¡Oh, Diosa Coronada!”- te dices, cuando para tu sorpresa, la rubia te pide un cigarrillo. Tú le ofreces uno, y se lo enciendes.

-“¡Gracias bombón!”- te dice, guiñándote un ojo.

Pero eso no es todo. A continuación te comenta, como al descuido, que esa noche irá con sus amigas a “La Rubia Morocha”, boliche re-fashion, donde concurre toda la farándula argentina.

Tu sorpresa, es mayúscula. Pero aún hay más:

-“Tomá esta entrada, porque es para “vips”, yo te invito. Buscame cuando llegues. Me llamo Xenia”.

-“Un placer, Xenia”.

¡No sales de tu asombro! ¡Toda esa belleza para ti solito, y no te costó ningún esfuerzo!

II.

Te presentas a la hora señalada en la entrada de “La Rubia Morocha”. Un mastodonte de dos metros te detiene en la puerta:

-“Esta es una fiesta privada”.- Entonces, sacas tu cartón. El mastodonte enrojece:

-“¡Disculpe Señor! ¡Pase Ud.! ¡Bienvenido!”

Entras pues. El sonido es estridente, el aire está totalmente viciado, no cabe un solo alfiler. Te hallas en la complicada búsqueda de Xenia, cuando, antes de lo esperado una voz susurra a tus espaldas:

-“¡Viniste!” – Te dice mirándote con ojos bobos.

¡Es tu noche de suerte! ¡Ese camionazo ha reparado en ti! ¡Te resulta increíble!

- “¡Vení, bombón, vamos a bailar! Te presento a Gusy, el relacionista público de la casa.”.

-“¡Encantado, Gusy!, respondes cortésmente.

-“¡Ay, zí, encantado, picarona, mirá lo que me trajiste!”- haciéndote ojitos, con varios anillos con rubíes en ambas manos.

Quedas petrificado.

-“¡Gusy, portate bien, que él es para mí!” – le dice Xenia.

(¡Menos mal! Ya creías que tu noche terminaría en tragedia).

Xenia y tú comienzan a bailar. Bailas diez, veinte, treinta, estás agotado, mi amigo, pero Xenia parece estar como nueva. Cada veinte segundos tiene un tic que la hace sacudir su larga melena hacia la derecha.

“No importa”- te dices, ella lo vale todo.

Después del cincuentavo tema, invitas a Xenia a tomar un trago. Ella, asiente. (“¡Menos mal!”)

Ambos se dirigen hacia la barra, y ella pide un “Ananá-fiz” y tú un “Destornillador”.

- “¿Qué hacés? “ – le dices con el propósito de entablar algún tipo de diálogo con la Diosa Coronada.

-“¡Tomo el ananá fiz!”- responde Xenia.

-“No, Xenia, yo te pregunto a qué hacés, ¿estudiás? ¿trabajás?”

Xenia pone una cara de espanto y de pavor.

-“¿Trabajar, yo?”- exclama. – “¿Me ves cara de sirvienta?”.

-“Entonces, estudiás.”

-“No, papá es un tierno, cuando repetí primero, segundo y tercero de liceo, se dio cuenta que el estudio no era para mí. Y para que no me ponga triste, me regaló un Audi convertible”.

-“¿Y qué hacés?”

-“¿Cómo que hago? Estoy conversando contigo.”

-“No, Xenia, me refiero a qué actividades hacés en el día”. (“¿Es o se hace?”, te preguntas, incrédulo)

-“Ay, ¡estoy a mil! A la mañana le pido a Nélida que me suba el desayuno a la cama, y me tengo que apurar pila para llegar a la clase de aerobic de las 11.

-“Ahá.”- respondes.

-“Después vuelvo muerta, ¡imaginate!, dos horas de fierros, pero vos sabés que el cuerpo es lo más importante. ¡Si fuera gorda me suicido!”.

-“Ahá.”- respondes nuevamente.

-“¿Pero creés que eso es todo? Obvio, duermo la siesta, y le pido a Nélida que me despierte a las cuatro de la tarde, porque sino, ya no me da el tiempo para ir a la pelu de Chiche.-

-“¿Chiche?”- preguntas incrédulo.

-“¡No conocés a Chiche! Acá en Punta peina a Julieta Prandi, Nicole Neuman, Liz Solari. ¡No sabés nada! – repone enojada.

-“Te decía, voy a lo de Chiche, y entre que me hago las manos, y el brushing, ya se hizo de noche!”.

-“Ahá.”- respondes.

Xenia le pide al barman sucesivamente, tres cocktails más, en el transcurso de la conversación.

Luego de una trascendental oratoria por parte de Xenia, decides invitarla a un lugar más íntimo. Al menos tendrás una noche de sexo pleno, te consuelas.

Xenia se para, y tú te dispones a seguirla, cuando el barman te dice:

-“Su cuenta, Señor”.- Tus ojos no dan crédito a las cifra. El detalle de la boleta dice 100 dólares. Quedas atónito. El barman, con un gesto compasivo, te dice:

-“Señor, puede pagar en pesos”. Xenia te mira con cara de fastidio, porque estás demorando demasiado. Te resignas. Sacas el dinero que tenías pensado para unos cuántos días, y lo depositas, billete sobre billete.

-“¡Gracias Señor! ¡Que la pasen bien!”.

III.

Xenia te invita a subir en su Audi. Arranca el motor, se dirigen a la costanera, y pone el velocímetro en 150 km/Hora. Estás mudo de espanto, piensas que será tu última noche de vida, le rezas a Dios y a todos los Angeles y Demonios, pero, afortunadamente, frena de golpe frente a una casa, después de haber cruzado el puente ondulante de la Barra de Maldonado.

-“¡Papá y mamá salieron!”- dice Xenia.

(“¡Menos mal, por lo menos un buen p.”) , te consuelas.

Xenia te invita a subir a su habitación, y te indica que tomes asiento en sillón de ratán y te dice:

-“¡Ya vengo!”.

Por momentos te olvidas de la oratoria de la descerebrada Xenia, para comenzar a imaginar todo lo que le harás, cuando ella salga del baño.

Sientes el ruido de la ducha.

Aguardas.

Pasa una hora.

Sientes que la ducha se cierra.

Pasa otra hora.

Pero por una noche de buen sexo, la espera lo vale; te consuelas.

De repente, se abre la puerta del baño.

Xenia tiene puesto un piyama de franela de pantalón y camiseta, con el dibujo de Bob Esponja.

-“¡Perdoná la demora! ¡Es que me tuve que poner tres veces shampú y tres veces crema de enjuague porque Chiche me puso mucho spry.”- explica seriamente.

Entonces, abre su cama, con las sábanas de Bob Esponja.

-“¿Sabés que Bob Esponja es mi ídolo? ¿No es divino?” – exclama.

Tú te acercas, e intentas comenzar a levantar la sábana.

-“¡Pará! ¡Que hacés!”- responde horrorizada Xenia.

-“¿No me invitaste a tu cuarto?”- respondes, con un dejo de vehemencia.

-¡Sí, te invité!- A continuación Xenia estalla en sollozos.

-Calmate- le dices. ¿Qué pasa?

-¡No entendiste nada! ¡Yo te invité para que me cantaras el arrorró mientras me duermo! ¡Pero sos un maldito degenerado!.

Anna Donner © 2009

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