“Arroz con leche
Me quiero casar
Con una señorita
de San Nicolás
Que sepa coser
Que sepa bordar
Que sepa abrir la puerta
para ir a
jugar
Con esta sí
con esta no
con esta
señorita
me caso yo”
Una amiga de un amigo de una amiga era un señorita
normal. Simpática, divertida, pelo largo, vestía cool, en fin, normal. Un buen
día la noticia dio vuelta la ciudad: La señorita simpática, divertida, pelo
largo que vestía cool había decidido casarse con un religioso, por lo tanto, se
hizo religiosa. La señorita simpática, divertida, de pelo largo que vestía
cool, ocultó para siempre su bello pelo largo, bajo pañuelos o pelucas. Tiró
los jeans a la basura y comenzó a usar pollerones hasta los pies. Impávida, le
pregunté a un amigo inteligente por qué ella había elegido semejante espécimen y
por lo tanto, había decidido postergarse “in eternum”. La respuesta fue simple:
“Se quería casar sí o sí, y era lo que había”.
Se supone que una está “receptiva” a partir de… por
poner un número… los 15. O dicho de otro modo “available”. Ellos “available”,
ellas “available”, y ¡bing! Comienzan a formarse las “parejitas”.
Como siempre, y si bien es duro es real, y… “consiguen”
los (y las, el género…) más cotizadas. O codiciadas.
Es decir, que… para conseguir, hay que cotizar en el
mercado. Una tarea… nada fácil, por cierto.
Lo sé. Estoy tratando un vínculo que es la comunión
del amor como una transacción comercial. Lo sé, soy un ser de sangre fría sin
corazón. Acúsemese. Amén.
Pero, les guste y si no les gusta igual, hay que
cotizar en el mercado. Y quien no cotiza, no consigue. Simple.
Lo sé. Estoy simplificando burdamente. Lo sé, soy un
ser de sangre fría sin corazón. Acúsemese. Amén.
Así, los que cotizan son los primeros en emparejarse: “Qué
divina pareja que hacen, ella es tan mona y él es tan apuesto, ella tenía a
todos atrás, él tenía a todas atrás, qué divinos…”.
Los Divinos, (y las divinas, el género), no tienen
problemas para llámesele como quiera: “Cotizar en el mercado”, “No quedar a
vestir santos”, “Tener Novio”, etc, etc, etc.
Sin embargo, los No Divinos, otra tribu urbana, no
corren con la misma suerte.
Los miembros de la institución “No Divinos”, son los
que planchaban en los bailes, los que se quedaban allá en los 80 los sábados
viendo “Las Cuatro Secciones del 12”, y sólo un milagro podía salvarlos:
¡Aparearse con otro “No Divino”!
El “milagrito” se va dando, los del subconjunto “Lo Que
Queda”, ¡se emparejan! (¡Yastá, la frescura interior!)
Es entonces que el nabo que te dijo ciento cincuenta
veces que se llamaba Arielito, y que vivía con su mamá y su papá en la calle
India Muerta 1313 un día se “arregla” con esa a la que le tenías muchísima
lástima, Raquelita, porque era más fea que susto de medianoche y jamás nadie
la había invitado a salir.
El que queda con la que queda, y así se van apareando
los desgraciados que no tienen la suerte de cotizar en el mercado.
Ante este porvenir horrendo, quizá sea más conveniente
averiguar que hay que hacer para cotizar en el mercado, que elegir a un miembro
de la institución “No Divinos”.
En esta serie, queda hoy inaugurada, aplausos, prometo
fehacientemente a todos y todas y a todas y todos los patitos feos y las
patitas feas que se van trasformar en menos de lo que canta un gallo en bellos
cisnes y bellas cisnas.
Amén.
Anna Donner Rybak ©2012
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